De vez en cuando… en este mundo presente de los valores trastocados, sometido a un ansia frenética por prolongar nuestra efímera existencia a través de la posesión de bienes materiales… subordinado a una fe ciega en la tecnicidad como mejor creencia tangible para justificar nuestra propia inseguridad e imperfección…sucede algo que nos conmueve, alejándonos de todo cuanto, en realidad, no resulta esencial para nuestra felicidad. Porque de vez en cuando, se desatan casi imperceptiblemente, pequeños acontecimientos cotidianos que nos llevan más allá de la materialidad de las cosas, y de la obsesión por hallar la estricta racionalidad analítica de todo cuanto nos rodea.
Y es que de vez en cuando, simplemente… afloran los humanos sentimientos.
Los viejos arquitectos (*), entre los que necesariamente me incluyo, tuvimos el privilegio de recibir una formación eminentemente humanística y multidisciplinar, alimentada por la ya desechada creencia de que la Arquitectura lo era todo, porque la misma emanaba de la convulsiva necesidad de argumentar y esclarecer el papel del propio hombre en la creación. Y es esta permanente referencia a la condición humana, la que condujo a toda una generación de compañeros a diversificar sus inquietudes artísticas más allá de lo puramente espacial y de lo específicamente constructivo, para derivar a otras vertientes creativas igualmente consustanciales con el hombre.
Tal es el caso de José Víctor Afonso Perdomo, quien a lo largo de muchos años ha tenido la virtud y la sabiduría de compaginar su ejercicio profesional con una entusiasta y solvente actividad musical y literaria, que le ha llevado a convertirse en un referente significativo en la escenificación teatral de la temática de corte costumbrista de nuestras Islas.
Obras como “De Romería”, “La Obertura ” o “Ay Santa Cruz”, en su expresivo formato dramático-musical, constituyen uno de los más bellos retratos de nuestras pequeñas historias y tradiciones. Y lo son; no sólo por mostrarnos una recreación fidedigna de lo acontecido, o por la extraordinaria calidad literaria de sus libretos, o por la sorprendente versatilidad compositiva de la banda sonora que se intercala en los diálogos; sino por disparar en el espectador los resortes de la emotividad y la sorpresa, al verse frente al espejo de la reflexión idiosincrásica, y reconocerse en él, como si también formara parte de lo representado.
A eso se le llama saber despertar los sentimientos, y es ese el principal valor de la obra de José Víctor, por cuanto, sin advertirlo ni pretenderlo, rinde tributo al impulso creador humanístico con el que se formó, llevándolo, incesantemente, a componer y a escribir sobre el íntimo sentir del hombre.
Con idéntica motivación, asistimos este fin de semana a su nuevo estreno: “Por San Andrés”, en el Teatro Guimerá de Santa Cruz de Tenerife.
“Por San Andrés”, nos sitúa en el marco de la segunda década posterior a la posguerra española, cuando iban ya quedando atrás los avatares convulsos y los rencores que provocaron una terrible guerra entre hermanos. Nos sumerge de lleno en el ambiente de los campos y pueblos que milagrosamente aún perduran en nuestra geografía, y en torno al contexto agropecuario de la cata de los vinos tras la apertura de las bodegas, en la señalada fecha de San Andrés.
Esta contextualización temporal, sirve de pretexto para suscitar en el espectador la transposición de la ancestral coincidencia de las etapas agrarias con las propias fases de la vida del hombre.
En clave de humor, de ternura o de dramatismo, van surgiendo distintos personajes que ponen en escena los más diversos aspectos inherentes a la experiencia vital de los hombres. El ardor exaltado de la juventud, la reflexiva vejez, la relación con el sexo opuesto, la transformación del paisaje, la degeneración de las costumbres…son un compendio temático con plena vigencia en nuestros días, que conforman un retrato atemporal de nosotros mismos. Un retrato que nos vincula a nuestra propia identidad en la manera de ser y de entender la vida.
Para tal ingente esfuerzo, José Víctor ha sabido rodearse de entusiastas y buenos amigos aglutinados en el Colectivo Suértula y la Asociación Cultural Bienmesabe, así como otros tantos grandes colaboradores independientes.
Charo Bethencourt, Ángeles González de Paz, Nacho Borges, Miguel Lorenzo, Tita Mesa, Itahisa Darias, Loly Mora, Sergio Hernández de León, Germán García M., Angela León, Marimé Negrín, Juan Pedro Jiménez, Domingo Peña, José Luis Santana…así como los niños: Anabel González Ramírez, Ana Padrón, Daniel González López y Victoria González Afonso.
En este extenso elenco no faltan los buenos bailadores, como Loly Mora, Ángela León, José M. “el Grillo”, Eva Rodríguez, Dani Benítez, Alberto Sánchez, Esther Felipe, Candy Martín, Carlos García, César Martín, Tony Hdez, Carmen Rosa Hdez.
Y tampoco quisiéramos dejar de mencionar la magnifica parranda compuesta por: Manón Marichal, Antonio Meseguer, Fran “Margarito”, Paco Tray, Miguel del Rosario Paco Páez, Jorge Socorro el “Puntal”, Juan Pedro Jiménez, Domingo Peña y José Luis Santana, colaborando además como solistas Darío Cabrera, Itahísa Darias, Charo Bethencourt y Félix Morales; un servidor.
Por último, en el equipo técnico mencionaremos la destacada e imprescindible participación de: Geni Afonso como directora escenográfica, Reme Mamely como directora actoral y el propio José Víctor Afonso, autor y responsable de este hermoso y didáctico proyecto cultural.
Tras el exitoso estreno de este fin de semana, todos tendremos la oportunidad de disfrutar nuevamente de “Por San Andrés”, los próximos días 16 de noviembre en el Teatro Leal de La Laguna , y el 19 de noviembre en el Teatro Teobaldo Power de La Orotava.
Félix Román Morales Díaz
para Artistasenred y
Etnografía y Folclore.
(*) No es lo mismo un “viejo arquitecto”, que un arquitecto viejo.
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