miércoles, 17 de noviembre de 2010

MAÑANA...

Hay días en los que necesariamente nos vemos avocados a abandonar la cotidianidad y la rutina que condiciona nuestra existencia, pues concurren momentos en nuestras vidas donde lo que toca es alzarse y dar testimonio frente a determinadas cuestiones que van más allá de nuestros simples asuntos personales. Uno de esos días … será mañana.

Porque hoy no acudimos a este pequeño rincón de las palabras para hacer crónica sobre alguno de los acontecimientos que dibujan el nutrido paisaje de nuestra música tradicional y popular. Hoy venimos a despertar el interés de cuantos nos honran con leernos, sobre el resurgimiento de una vieja y lamentable actitud que, una vez más, viene a propiciar el despojo, la injusticia y el desprecio en nuestro suelo canario.


Nos referimos al inminente cese de emisión del programa televisivo “La Bodega de Julián”, tras muchos años de asomarse a nuestros hogares, y en los que se ha venido consolidando una merecida popularidad y aceptación.

Porque “la Bodega de Julián”, contrariamente a lo que piensan algunos, no es un programa de diversión y variedades, sujeto a la espectacularidad y pomposidad de las lentejuelas y las luces de neón; como mejor argucia para elevar unos implacables índices de audiencia. No se trata de un flamante plató televisivo atiborrado de medios técnicos y humanos, con los que suscitar la sorpresa y el asombro del espectador. Hablamos de una recóndita ladera azotada por el frío viento y apenas protegida por una pequeña techumbre dispuesta a la entrada de una cueva, que sirve de simple resguardo en el umbral de una bodega; como tantas hay en nuestra tierra.

Y sin embargo, en aquella austeridad y en aquel frío reinante, hemos venido presenciando el calor humano que aflora en los sentimientos, cuando espontáneamente emergen de aquel humilde recinto los aires que dan identidad a nuestro pueblo. Esa espontaneidad palpable, junto a la llaneza y la naturalidad en su concepción, ha conferido a “La Bodega de Julián” de una impronta de autenticidad absolutamente inimitable, por cualquier otra fórmula que pretenda imponerse. Su carácter eminentemente participativo y abierto ha dado verdadero sentido al término “folclore”, como expresión de aquellas manifestaciones culturales que la tradición ha convertido en las señas de identidad de un pueblo. Son las sagradas señas que motivan nuestro orgullo por la condición de canarios, y son las mismas señas en las que tantos isleños de ultramar han venido hallando consuelo a sus frustrados anhelos por retornar.

Las mismas señas incumplidas por el ente público Radio Televisión Canaria, cuya Ley de Creación, (Ley 8/1984 de 11 de diciembre, de Radioteledifusión y Televisión en la Comunidad Autónoma de Canarias); establece claramente en su articulo 3, apartado g, que uno de los principios básicos en los que se inspirará la actividad del ente será “la defensa de la identidad, valores e intereses del pueblo canario…”.

De nada valen los grandilocuentes gestos de afirmación nacionalista al intentar poner fronteras al mar que nos separa en ocho peñascos de lava, cuando pretenden mutilar aquellos sentimientos que nos unen e identifican como un solo pueblo.

“…Mi patria no es un mundo;

mi patria no es Europa;

mi patria es de un almendro

la dulce, fresca, inolvidable sombra…”

“…La patria es el espíritu,

la patria es la memoria,

la patria es una cuna,

la patria es una ermita y una fosa…”

(Nicolás Estévanez)

La Bodega de Julián quizás no exteriorice una elaborada perfección en términos técnicos o mediáticos, pero todos podemos llegar a intuir que dicho objetivo nunca ha sido su primordial motivación. Porque lo que mueve al programa no es el optimizar un determinado resultado audiovisual condicionado a cuestiones de orden estético y de amenidad, sino a la transmisión de unos determinados contenidos dirigidos a la preservación y difusión de nuestros valores tradicionales.

Por ello, la Bodega de Julián es un hecho difícilmente equiparable a otros productos televisivos sometidos al imperativo de las cuotas de audiencia y la rentabilidad. Su equiparación debe entenderse como una maniobra desacertada, cuando no malintencionada.

Pero, además de este penoso atentado a un primordial vehículo de difusión de nuestro acervo cultural, subyace una injusticia que, de ninguna manera, podemos obviar.

Se trata de la contrariedad que viene sufriendo el equipo humano que materializa La Bodega de Julián, a consecuencia de la lamentable incertidumbre que se cierne sobre su futuro, así como a una manifiesta falta de respecto a sus personas, por la opacidad en la argumentación esgrimida para prescindir del referido programa televisivo. Pareciera que el encomiable esfuerzo de este equipo humano a lo largo de muchos años, se diluyera en una extraña amnesia alimentada por un estúpido snobismo y una fría tecnocracia.

Esta ofensiva y desconsiderada manera de proceder con su propia gente delata, por extensión, la existencia de una crónica actitud despectiva e irrespetuosa para este pueblo, que, por algún oscuro motivo, ha venido anidando en determinados despachos de Radio Televisión Canaria. Y esta afirmación la mantendremos con rotundidad en tanto no se publicite más argumento que un triste silencio por parte del ente público.

Pero la mayor amargura y tristeza por esta injusticia, aflora en nuestro ánimo al comprobar que entre las personas vinculadas al referido colectivo de excelentes profesionales del medio, se hallan personas de la envergadura humana y pródiga experiencia como Alfredo Ayala. Sembrar el más mínimo atisbo de duda sobre tan incuestionable y ejemplar trayectoria profesional solo puede provenir de pérfidas actitudes próximas a la envidia y a una intencionalidad torticera. Porque citar a Alfredo Ayala es hablar de una vida trashumante entregada a la crónica, historia y leyendas de nuestros rincones isleños. Porque, Alfredo Ayala pertenece al arquetipo de aquel minúsculo grupo de hombres, que frente a los muchos inconvenientes de entonces, fueron calladamente rescatando de la desidia y el intencionado olvido aquellos elementos que hoy conforman la esencia de nuestros valores identitarios. Valores sobre los que se ha fundamentado nuestro común deseo de reconocernos como pueblo en su singularidad geográfica y cultural.

Valores que ahora algunos gratuitamente se permiten el capricho de negar a ese mismo pueblo, al que deben su razón de ser.

Por todo ello, porque lo que está en juego no es una elemental discrepancia sobre unos determinados criterios de programación en una cadena; porque no se trata de un simple discernimiento sobre las apetencias televisivas de uno u otro sector de la población; porque, la verdadera cuestión de fondo es la imposición de un flagrante atentado contra todo lo que nos representa como canarios; por dignidad y respeto a nosotros mismos, animamos desde estas sencillas páginas a acudir a los actos de pública reprobación convocados para mañana sábado, día 20 de noviembre, a partir de las 10:30, en las proximidades a las respectivas sedes de Gran Canaria y Tenerife, de Radio Televisión Canaria.

Porque, así mañana podrá ser uno de esos días…en los que nuestros hijos puedan reconocer que se luchó… por su mañana.

Félix Román Morales para Artistasenred y

Etnografía y Folclore.

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